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¿Humanos en zoos?

Ellen Duthie

Una de las escenas de Filosofía visual para niños de nuestro libro Mundo cruel muestra un zoo alienígena con varias criaturas terrestres enjauladas -entre ellas un niño humano-.

 

La escena por sí sola siempre provoca un diálogo interesante y animado, pero se puede enriquecer aún más combinándolo con fotografías e historias reales de humanos en los zoos y exposiciones de los siglos XIX y primera mitad del XX. 

La fotografía de arriba muestra a Ota Benga, un hombre pigmeo a quien se expuso en el Zoo del Bronx durante dos semanas en septiembre de 1906, en la jaula de los primates. The New York Times contó la noticia así:

Un bosquimano comparte jaula con los monos del Zoo del Bronx

Algunos se ríen con sus gracias, pero muchos están disgustados.

En ocasiones el cuidador le deja en libertad.

Entonces, con arco y flecha, el pigmeo congoleño se echa al bosque.

Ayer en el Parque Zoológico del Bronx hubo una exposición que provocó a muchos de los visitantes algo más que simples risas. Es cierto que risas no faltaron, pero había algo que devolvía la seriedad a los visitantes pensantes. Incluso aquellos que se reían, se marchaban con una expresión en sus rostros como la que se nos queda después de ver una obra de teatro con final triste o un libro en el que el héroe o la heroína salen mal parados.

“Hay algo que no me gusta”: así lo expresaba un hombre.

La exposición era la de un hombre en una jaula de monos. Resulta que el ser humano en cuestión era un bosquimano, uno de una raza a la que los científicos no sitúan muy arriba en la escala humana, pero para la persona media, no científica, que conformaba la multitud de visitantes, había algo de la exposición que resultaba desagradable.

El ser humano enjaulado era el pequeño hombre negro, Ota Benga, a quien trajo recientemente a este país de las junglas centroafricanas el explorador S.P. Verner. El Prof. Verner entregó recientemente a Benga  al Zoológico de Nueva York para que le cuidaran y se hicieran cargo de él. Ayer, cuando se le permitió salir de su jaula, tenía constantemente un cuidador que le vigilaba. A Benga parece gustarle su cuidador. Es probable que sea algo positivo que Benga no sea capaz de pensar con demasiada profundidad. Si lo hiciera, es improbable que se sintiera demasiado orgulloso de sí mismo cuando se despertó por la mañana y se encontró bajo el mismo techo que los orangutanes y los monos, porque ahí es donde realmente se encuentra.

La noticia de que el pigmeo estaría expuesto hizo que en la tarde de ayer acudieran al parque zoológico más visitantes que otras tardes de sábado. La casa de los monos – o, mejor dicho, primates- es el centro de la familia de animales del Director Hornaday.

Para hacer las vidas de los orangutanes más interesantes y hacer más visibles sus acciones para los visitantes, se ha construido una jaula de acero en el extremo sur de la casa de los primates. En los días más frescos de la semana pasada los chimpancés evitaron esta jaula abierta. Son muy sensibles al frío y prefirieron meterse debajo de la paja en el interior de la casa de los monos.

Como sus compañeros de casa, los orangutanes y los monos, Benga tiene una habitación dentro del edificio. Como las demás, la puerta da a una jaula pública.

Una multitud que oscilaba entre 300 y 500 personas vieron al pequeño hombre negro divertirse a su manera ayer. No le gustan las multitudes, especialmente los niños, que le incordian. Así que tejió hamacas y alfombras, que sabe hacer, habló con el loro, traído de la jungla junto a él, y disparó con su arco y flecha a varios puntos marcados dentro de la amplia jaula. Para lo último, los trabajadores del zoo habían dispuesto montones de paja contra un lado de la jaula. Los niños se lo pasaron muy bien con esto, especialmente cuando fallaba, que ocurrió muy pocas veces. Luego les ponía caras.

Un poco después del mediodía, se permitió a Benga salir al bosque. Un cuidador le observaba a distancia. Es improbable que nadie haya visto un mortal más feliz. Agarrando su arco y flecha, se adentró saltando en el bosque y corrió de un lado para otro.

En libertad, Benga parecía estar de vuelta en África. Escudriñaba el interior cada tronco hueco y observaba los árboles y arbustos en busca de pájaros y ardillas. Pero las multitudes no tardaban en encontrarle y entonces tenía que volver a moverse. Al final el cuidador tuvo que devolverle a la casa de los monos.

Pero no era fácil mantenerle ahí. Con frecuencia aparecía en la puerta, y con una mirada muy fácil de entender para los cuidadores, les decía que prefería estar entre los árboles y los arbustos. Le soltaron de nuevo y se fue caminando hacia el restaurante. El cuidador le siguió. Parece que Benga ha adquirido una costumbre civilizada desde que llegó. Le encantan los refrescos.

Benga se pagó el refresco con el dinero que le dio el fotógrafo del zoo para quien había posado antes.

No ha habido ninguna intención de dar a Benga una apariencia grotesca. Lleva pantalones blancos y una chaqueta caqui. Lo único que lleva desnudo son los pies.

Publicado el 9 de septiembre de 1906. Copyright © The New York Times

Esta otra fotografía muestra a una niña pequeña congoleña, expuesta y posiblemente siendo alimentada por un miembro del público, en la Expo 1958, la Feria Mundial de Bruselas, como parte del 'poblado' congoleño expuesto para el interés de los visitantes. 

Tanto que pensar....